EL SABIO Y EL REY
Un rey tuvo un sueño horrible: soñó que se le caían, uno a uno, todos los dientes.
Hizo llamar al adivino más famoso de todo el reino para que lo interprete.
El adivino, al escucharlo, tembló y le dijo: “Lo siento Majestad, pero significa que verá morir a todos sus familiares”.
El rey lleno de furia, lo mandó a colgar y pidió que le trajeran, a otro adivino.
El segundo adivino escuchó el sueño y, sonriendo, le dijo: “Lo felicito Majestad, significa que será la persona más longeva de su familia”.
El rey se llenó de alegría, le dió cien monedas de oro y lo nombró su adivino de confianza.
Cuando el adivino se retiraba, uno de los consejeros del Rey le dijo:
― ¿Cómo puede ser posible? Tu interpretación fue la misma que la del primer adivino. No entiendo por qué a él lo castigó y a ti te pagó con monedas de oro.
El adivino le respondió:
―Recuerda siempre esto: ¡todo depende de la forma como digas las cosas!.
Moraleja:
No solo es importante lo que decimos sino cómo lo decimos.
La forma en la que decimos las cosas puede conectarnos con las otras personas o alejarnos.
Cada persona es un mundo. Cada persona tiene sus propias necesidades comunicacionales. Saber escucharlas nos va a permitir que nuestro mensaje llegue positivamente al otro.
Como dice la canción “No es lo que dices” de Banda Fortuna (no la conocía: me cayó en las manos la semana pasada):
No es lo que dices, es la forma en que lo dices
No es lo que haces, es la manera en que lo haces
Sabes llegar hasta mi alma y esa es tu virtud
Usas palabras que tal vez ya existen
Pero enamoran si las dices tú
¡Lindo martes!
Andrea