Ayer fue el día del nutricionista. Y yo tengo una nutri muy especial en mi vida: Juli, mi hija.
Juli es mi gran maestra. Me abrió un mundo nuevo. Los que me conocen saben que desde hace 8 meses que soy vegetariana en camino a ser vegana. Los que me conocen saben también que fue un salto gigante para mi, que siempre elegí festejar mis cumples con la que era mi comida favorita: el asado. Pero cuando Juli comenzó a explicarme que comer carne implicaba infinita crueldad animal, pese a mi resistencia inicial, empecé a escuchar y abrir los ojos. Un día me preguntó ¿Vos te comerías a Kyra (nuestra perrita)? La pregunta me pareció de lo mas tonta y desagradable. Se lo dije. Y ella me explicó: “¿Qué diferencia hay entre Kyra y una vaca, una oveja o un chanchito? Son todos seres que sienten”. Y empezó a compartir conmigo videos sobre la cría de animales para producir carne, leche, lana, cuero … Comencé a escuchar los llantos, los gritos desgarradores … Y comprendí que lo que significaba cada asado que yo comía … Y recordé lo que tanto explico en mis cursos de inteligencia emocional: la única diferencia entre los cerebros de los seres humanos y el de los animales es el neocórtex, la parte pensante. Pero ambos tenemos el cerebro límbico, motor de las emociones … Ambos sentimos, sufrimos y disfrutamos. Y entonces entendí. Ya no se trataba de una cuestión de salud para mí. Se trataba de evitar el sufrimiento de los otros seres sintientes del planeta. Ahora hay un “para qué” muy poderoso para mí. Hay un sentido. Hay un valor. Y a partir de que entendí y sentí lo que significa comer carne dejé definitivamente de hacerlo. Y eso me lo enseño Juli.
¿Qué aprendí de esto?
- La importancia de abrirnos a cosas diferentes aunque, al principio, puedan parecernos locas o tontas. No quiere decir que compremos todas las ideas. Quiere decir que las escuchemos con apertura.
- La importancia de encontrar el sentido de lo que hacemos. Si tenemos un «para qué» no nos para nada.