Había una vez un leñador que comenzó a trabajar en un aserradero. El sueldo y las condiciones de trabajo eran muy buenas. El primer día el capataz le dio una sierra y le asignó una zona de trabajo. El hombre entusiasmado salió al bosque y en un solo día cortó dieciocho árboles.
-Te felicito, le dijo el capataz. ¡Sigue así!
A la mañana siguiente se levantó antes que nadie y se fue al bosque con la intención de cortar más de 20 árboles. A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles. Al día siguiente fueron siete, luego cinco, hasta que al fin de esa primera semana de trabajo sólo cortó dos. ¡No podía entender qué le sucedía! ¡Estaba poniendo todo de sí!
Cansado y por respeto a quienes le habían ofrecido el trabajo, decidió presentar su renuncia al capataz:
-Señor, no sé qué me pasa, ni tampoco entiendo por qué he dejado de rendir en el trabajo.
El capataz, un hombre muy sabio, le preguntó:
-¿Cuándo afilaste tu sierra la última vez?
-¿Afilar? Jamás lo he hecho, no tenía tiempo de afilar mi sierra, no podía perder tiempo en eso, estaba muy ocupado cortando árboles.
¿Y nosotros? ¿Cuidamos nuestra sierra?
En un curso la semana pasada trabajamos el tema de cómo liderar nuestro tiempo. ¿Gastamos nuestro tiempo o elegimos como invertirlo? ¿Invertimos tiempo en desconectar y cuidarnos? Un participante compartió que durante mucho tiempo trabajó 7×24 sin parar. Lo que comenzó siendo un trabajo soñado se convirtió en una cadena que lo agotaba y tiñó su energía de un gris oscuro (palabras literales utilizadas por él). El cuerpo le dijo basta y tuvo un problema de salud fuerte que lo hizo parar y darse cuenta de que estaba “gastando” su vida. A partir de ese momento, aprendió a priorizar su cuerpo, su cabeza, sus emociones, sus relaciones, y su calidad de vida.
Vivimos tan ocupados, corriendo de un lado para otro, que muchas veces no nos paramos a pensar en las cosas más importantes de la vida. Actuamos por impulsos, sin parar, sin pensar, sin organizarnos.
Quizás la verdadera sabiduría consista en parar para mirar hacia atrás el camino recorrido y mirar hacia adelante para elegir cómo recorrer el camino que queda. Quizás deberíamos dedicar tiempo parar a afilar nuestra sierra.
¡Lindo martes!
¡Un abrazo!
Andrea