¡Hola!
Hace unos días leí la historia de Mati.
Me hizo pensar mucho en el poder de las palabras.
Las palabras son mucho mas que palabras.
Pueden construir puentes o destruirlos.
Pueden abrir puertas o cerrarlas.
Pueden florecer o marchitar personas y relaciones.
Pueden cambiar vidas iluminándolas o apagándolas.
Y ¡Ojo! Tienen el poder de desnudarnos: revelan nuestra esencia.
Comparto la historia de Mati. Es muy triste pero vale la pena.
“A Mati le dicen gordo. Se lo cuenta a su mamá mientras lágrimas negras le manchan la remera.
Gordo le dicen, y le duele esa palabra en su nombre de niño, en su alma de fruta, en la campera con la que se cubre aún en las siestas más tórridas, para negar ese cuerpo disidente que no se ciñe a lo que ahora está de moda. Porque Mati no tiene un exceso que le atraviese la salud ni que le impida correr. Mati tiene un cuerpo que no se ajusta a la norma, una boca que adora los dulces y unas lágrimas que le arden pecho adentro.
Qué se hace, le dice la mamá a la seño. Y hagan lo que hagan, siempre habrá alguien que le arrojará la palabra piedra que lo golpea en ese lugar adonde no llegan las caricias de la madre.
El padre le enseña a contestar, la mamá le dice que no les dé bola, la seño amenaza al grupo y da una clase sobre discriminación.
A Mati le dicen gordo y le escoce la piel suave de sus diez años y se sube la capucha, esquiva los espejos y se esconde a llorar en la pieza mientras muerde con odio el alfajor que después intentará vomitar.”
¡Lindo Martes!
Andrea