Hace un par de semanas comenzamos un proceso de coaching con una persona que no se sentía por el líder de su equipo. Desde su mirada, su líder no la consideraba, nunca la convocaba a las reuniones y nunca le preguntaba nada. Su emocionalidad era de mucha tristeza y su objetivo era cambiar de trabajo. Yo le pregunté: ¿Es tu mirada o te lo expresó tu líder?. Ella respondió que nunca lo había hablado con él pero que era obvio que no la consideraba para nada. Yo le pregunté: ¿y si no es así? ¿y si es solo tu interpretación? ¿y si lo conversas con él? Y así lo hizo. Le pidió una reunión para compartirle lo que estaba sintiendo. Él la miró desconcertado. Le explicó que él tenía tanta confianza en ella y en su solvencia personal y profesional, que le daba total independencia en el trabajo. Con gran sabiduría él le preguntó cómo le gustaría trabajar de acá en adelante y de qué manera él podía acompañarla en el trabajo diario.
Cuando me contó la conversación que había tenido con su líder, era una mezcla de emociones: alegría por las palabras y el reconocimiento de su líder, y tristeza y enojo por haberse “equivocado” tanto en su interpretación de los hechos.
Quedó clarísimo que cada uno de nosotros interpretamos las situaciones y las palabras y actitudes de los otros en función de quién somos nosotros y de cuáles son nuestras necesidades. Las historias que nos contamos no hablan de los otros: ¡hablan de nosotros!
Una linda pregunta para hacernos es:
Lo que yo interpreto de las situaciones y de las acciones de los otros ¿habla de los otros o habla de mi? ¿qué dice de mí?
¡Abrazo!
¡Linda semana!
Andrea