La semana pasada, mientras paseaba por Mar de las Pampas, me encontré con una persona que hace mas de 30 años que no veía. En mi “otra vida”, cuando me dedicaba a la consultoría, trabajé varios meses en un proyecto de investigación muy desafiante que ella lideraba. Un día, con mucho dolor, decidí no continuar. ¿Por qué? Porque yo sentía que ella le dedicaba muchas horas de conversación a los otros consultores y muy pocas a mí. Sentí que no me integraba a su equipo de confianza.
Cuando nos encontramos en la playa, charlamos un rato largo, y me dijo que todavía se acordaba de lo mal que se había sentido cuando yo decidí no renovar mi contrato. Que sintió que había perdido una pieza muy importante del proyecto. “Con vos no tenía nada que explicar, las cosas salían solas”.
No podía creerlo. ¡Qué historia tan equivocada me conté a mi misma en ese momento!
Pasaron mas de 30 años. Yo soy una persona diferente a la que era. Ahora se que las personas nos contamos a nosotras mismas historias sobre cómo somos, cómo es la realidad, cómo son los otros. Cada uno se cuenta sus propias historias, teñidas por su vida, su familia, su sociedad. Las historias que nos contamos crean nuestra vida. En mi caso, abandoné un proyecto que me encantaba porque me conté la historia de que no me valoraban.
¿Qué haría hoy en la misma situación?
Me animaría a generar una conversación para comprender la mirada del otro. Preguntaría. Escucharía. Y con el diario del día después, hoy siento que elegiría quedarme en el proyecto. Y lo mas importante: hubiese tomado conciencia de la necesidad de revisar las historias que me cuento.
Como dice la canción de la Beriso:
“Estamos llenos de historias
Algunas que no perdonan
Y que pierden la razón”
¿Qué historias te contas? ¿Te animas a revisarlas?
¡Lindo Martes!
Andrea